Baja consumo de aleta de Tiburón
9 mayo 2016 Durante el último medio siglo, decenas de millones de tiburones han perecido víctimas de los pescadores que tratan de hacerse con sus preciadas y cotizadas aletas, lo que les ha convertido en uno de los animales más vulnerables de los océanos. Tan agresiva ha sido su captura que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza calcula que el 17% de sus 1.200 especies están amenazadas de extinción, con algunas de sus poblaciones mermadas en más de un 90%.

Pero en ciudades como Hong Kong, que durante lustros ha sido epicentro mundial del consumo y venta de este producto, parece que la tendencia se está invirtiendo poco a poco. De acuerdo con los datos presentados la pasada semana por WWF Hong Kong, de las 17.200 toneladas de aleta de tiburón comercializadas en 2015 en todo el planeta, la ciudad china importó unas 5.700, un 40% menos que en 2011. Aún así, la urbe sigue siendo lugar de paso o consumo de un tercio de las capturas mundiales.

Estudios como el de WWF o el de la asociación Bloom publicado el año pasado demuestran que, desde hace cinco años, los hongkoneses consumen cada vez menos aleta de tiburón, un alimento que se sirve en sopa con una larga tradición en banquetes de bodas y otras ocasiones especiales. Aunque sola apenas tiene sabor, la aleta es muy apreciada por los cocineros por su textura fibrosa, y en el pasado era considerado un producto exclusivo reservado para las clases más acomodadas.

Todo esto cambió hace unos diez años, cuando las agrupaciones ecologistas de la ciudad comenzaron una potente campaña para denunciar la crueldad de su captura. En lo que se conoce como la práctica del "aleteo" o "finning", al escualo se le cortan las aletas cuando está vivo para después devolverlo al mar, en donde muere desangrado e incapaz de nadar. Pese a que esta práctica está prohibida en numerosos países, incluidos los de la Unión Europea, se sigue realizando en muchos de los buques que faenan en alta mar. Además, las ONG aseguran que las capturas masivas -de unos 100 millones por año- contribuyen a distorsionar los ecosistemas marinos.

Dorothy Cheng, portavoz de WildAid, una de las agrupaciones más involucradas en esta lucha, detalló a El Mundo que entre las causas que explican este descenso en su comercio en Hong Kong y el resto de China están las oficiales -prohibición de servirla en banquetes oficiales o la campaña anticorrupción del gobierno chino, que frena a muchos ciudadanos de realizar gastos ostentosos-, la ralentización de la economía y el desplazamiento de su comercio a otros países de la zona como Vietnam o Tailandia.

Pero sobre todo, esta joven considera fundamental la labor de concienciación realizada para alertar sobre las repercusiones negativas de este consumo. Para ello, han sido muy efectivas campañas como la protagonizada por la estrella china de la NBA, Yao Ming, que rodó un anuncio en 2011 pidiendo a sus compatriotas que dejaran de comer aleta de tiburón, o la recién estrenada "Por cada boda en Hong Kong, 30 tiburones mueren", un vídeo en la que una chica vestida de novia y su futuro marido descuartizan cuchillo en mano a un escualo antes de fundirse en un beso. "Campañas mediáticas como estas están contribuyendo a crear unas generaciones más conscientes con el medioambiente", señaló Cheng.

Además de centrarse en los consumidores y los restaurantes, en donde la mayoría sigue ofertando la controvertida sopa, otro de los frentes abiertos es el de las compañías de transporte, a las que las ONG quieren hacer "libres de aletas de tiburón". WWF Hong Kong informó de que 16 de las mayores 20 empresas del sector, incluyendo gigantes como Hyundai, MOL, Maersk y OOCL, ya se han comprometido a no participar de este comercio, y de que su objetivo es incrementar esa cifra. "Detener el transporte de la aleta de tiburón significaría que ni comerciantes ni restaurantes tendrían acceso a ella, algo que ayudará a conseguir que ésta sea una ciudad libre de aleta de tiburón", apuntó al respecto el director de conservación de la ONG, Gavid Edwards.

No obstante, la mayoría considera que este es un objetivo que todavía está lejos de alcanzarse, más aún teniendo en cuenta los numerosos intereses y grupos de presión que existen sobre este mercado. Por eso, muchos consideran que la única forma de acabar con este comercio de una vez por todas es a través de la educación. "Seguiremos trabajando por concienciar a los niños de que este es un producto sangriento que no merece la pena consumir, ellos son el futuro" apuntó Cheng.
 
 
 
 
 
 

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