El español que duerme a los tiburones
18 agosto 2014 No es californiano, ni se apellida Redford, ni habla con los caballos, pero el madrileño Karlos Simón puede convivir sin problemas con todo tipo de tiburones y es una de las pocas personas capaces de inducirles inmovilidad tónica en su propio hábitat.

Con más de 6.000 inmersiones de experiencia en mares y océanos de todo el mundo, Simón asegura a Efeverde que uno de sus principales objetivos es “desmontar el daño que hizo Steven Spielberg con su película ‘Tiburón’ en la que demonizaba al tiburón blanco y por extensión a todos los demás escualos, cuando no sólo se trata de animales imprescindibles para el ecosistema marino sino que se puede tener una buena relación con ellos.”

Este madrileño reconoce que “me enganché totalmente” con el mundo subacuático desde su bautizo de buceo en Cayo Piedra (Cuba) en 1988 cuando se encontró por vez primera nadando entre selacimorfos, nombre científico de estos depredadores marinos. Tras hacerse instructor de submarinismo se especializó, entre otras cosas, en barcos hundidos, diseño de chalecos de buceo, filmaciones bajo el agua y, por supuesto, tiburones.

“El miedo suele nacer de la ignorancia: hay casi 400 tipos distintos de escualos y, de ellos, sólo 3 relativamente peligrosos si te metes en su territorio de caza…, el blanco, el tigre y el toro”, explica, aunque “yo he experimentado con los tres y sigo vivo y coleando”. Simón afirma que estos animales “no atacan sistemáticamente, como en las películas” y, de hecho, “la mayoría son tan tímidos que huyen” ante la presencia humana.

“Sienten con todas las partes de su cuerpo y por eso golpean e incluso muerden a bañistas o surferos, no por hambre sino porque es su forma de averiguar qué es lo que ven flotando a su lado o sobre la superficie del mar”, aclara.

Otras veces confunden a seres humanos con leones marinos, que sí figuran entre sus presas favoritas, o atacan a pescadores submarinos atraídos por la capturas que portan consigo. Pese a todo, en circunstancias normales el riesgo de bucear con escualos es “muy asumible” y “lo demostré en 2011 con una inmersión que duró 12 horas seguidas y que me valió el récord mundial de permanencia entre tiburones, todavía no superado”.
 
 
 
 
 
 

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